Sin ánimo de criticar, y si así se lo toma alguien, que vea la parte constructiva de este juicio, el I Congreso Nacional de Talleres de Reparación de Vehículos, que, bajo el lema “Talleres sostenibles y rentables”, organizó CONEPA, el pasado 13 de noviembre, me trajo a la memoria, a su conclusión, aquel editorial que escribí tiempo atrás en Auto Revista bajo el título “El congreso de los llorones”. Corrían los primeros años de los 90 del siglo pasado y FACONAUTO, la patronal de los concesionarios españoles, celebrara uno de sus primeros congresos. Quiso la casualidad que oyese el comentario que en petit comité hacían algunos asistentes, que expresaban su desilusión y frustración con el evento, en el que parece que habían sido convocados “para llorar todos juntos” y no para activar medidas concretas que les ayudaran en sus negocios.
Salvando las distancias, reconozco, y me consta, el fuerte esfuerzo organizativo que CONEPA ha llevado a cabo para llevar a cabo tan necesario encuentro, pero que, como en aquella ocasión, se ha quedado en agua de borrajas, se han expuesto los problemas, por todos conocidos, pero no se han ofrecido soluciones. Ha habido interesantes ponencias, mesas redondas, estudios de la situación sector, con una realidad a la que se ha puesto cifras, y relatores de gran nivel, pero también debates inconclusos y otros que, a pesar de haberse planteado, no llegaron a celebrarse, y no por culpa de la Federación, o sí, y me explico.
El sector de la reparación de automóviles está muy atomizado y lo integra, principalmente, pymes y nanoempresas. Hasta aquí todo correcto, pero lo que ya lo es tanto es la falta de unidad y se notó y comentó la ausencia de Enrique Fontán, presidente de CETRAA, y la representación institucional de la Asociación Profesional de Talleres de Carrocería (APROTALLERES) en los debates. He aquí, desde mi punto de vista, el primer desacierto, el evento debería haberse planteado como un verdadero Congreso Nacional de Talleres, apostando, desde las asociaciones, por una celebración conjunta y mostrando que más allá de los desacuerdos del tipo que sean son capaces de sumar, al menos, en la celebración de un acontecimiento de tal envergadura. Si falta unidad de acción en la cúpula, cómo la va a haber en la base.
En cuanto a debates inconclusos, el tiempo no debería limitar ni la discusión ni la polémica. Y me refiero, concretamente, al de carrocería, que se fue animando poco a poco y supuso el punto álgido del congreso, con aplausos desde la grada y ganas de que siguiera adelante. Nadie, que sepa, estaba por ponerse los guantes y lanzarse al ring, pero sí por aclarar las cosas, por saber cómo los peritos pueden ser independiente cuando son juez y parte. En este sentido, admiro la valentía de Juan Carlos Calvo, miembro de la Comisión de Seguridad Vial y Movilidad de APCAS, que defendió como pudo el papel de la asociación de peritos, cuando tal “honor” debería haber correspondido al director gerente, Carlos Alonso: ¿miedo quizás?
En dicha mesa también se echó de menos a los altos ejecutivos de la rama de autos de compañías como Mapfre o Mutua, que declinaron una invitación de oro para poner las cartas sobre la mesa y aclarar el porqué son ellos los que imponen el precio de la mano de obra al taller o el porqué sus baremos son tan dispares y ponen en el cuello del taller la soga para que se ahorquen. Explicaciones al respecto no habrían estado nada mal, y lo digo sin ánimo partidista.
Quizás, una buena solución, siempre tomada desde la unidad de acción de todas las asociaciones de talleres y la legalidad, hubiese sido la creación de un registro único en el que se diese a conocer el rechazo de un taller a la reparación del vehículo del asegurado por un peritaje incorrecto; es decir, en el que la compañía de seguros o el perito quisieran imponer el precio de la mano de obra o uno tiempos de reparación abusivos. De ámbito nacional, dicha reclamación deberían conocerla todos los talleres, las aseguradoras y los peritos, y tomar nota de que ese vehículo no se va a reparar hasta que no se consensue un precio acorde a la reparación. Para eso, hace falta que los talleres sean solidarios entre ellos, que las asociaciones de talleres estén unidas y que la digitalización coopere también a este servicio.
Tres temas que no pasaron ni de puntillas. Y vuelvo a la unidad, porque esta hubiese sido imprescindible para sentar en una mesa de debate a algunas compañías de renting para que, con la fuerza que impone el consenso asociativo, dejasen de campar por el sector de la reparación a sus anchas. Todos conocemos lo golosas que son las flotas, pero ya es hora que ellas conozcan la fuerza del taller. El renting pasó por el congreso de Conepa sin pena ni gloria, cuando hubiese sido imprescindible abundar en el tema.
Por otra parte, vayan por delante mis bendiciones a la mesa de talleres de éxito, en el que se expusieron algunas ideas para captar más trabajo, pero también faltó una “mesa de no éxito”, por no utilizar un adjetivo más doloroso, en el que especialistas y el propio aforo brindase vías de solución o planteamientos adecuados a aquellos que no terminan de conocer la rentabilidad.
¿Y las redes de talleres? Ni se las vio ni se las mencionó, cuando, como he dicho anteriormente, el sector está muy atomizado y es más que probable que la concentración sea una de las pautas que marcarán el devenir de los negocios de reparación en los próximos años. Qué ofrecen, qué cuesta, cómo ayudan o qué es preciso para pertenecer a alguna de ellas son cuestiones que a muchos asistentes les habrían interesado.
Creo que el Congreso de Talleres ha perdido una magnífica oportunidad, no para la unión de sus asociaciones, que parece harto difícil, pero sí para coordinar proyectos y criterios que ofreciesen resultados concretos y vías de acción para dignificar el sector de la reparación. Como último apunte, y como deriva que está tomando en algunos casos la atractiva conciliación familiar, nada se habló de los talleres clandestinos, muchos de los cuales se nutren de mecánicos, chapista y pintores que, tras su jornada continua “legal”, ejercen de mercenarios para ellos. ¿Cuándo va a poner coto la Administración?
Espero que esta crítica constructiva anime a la reflexión y que el próximo Congreso de Talleres sea realmente Nacional, se pertenezca a una asociación u otra. Mientras tanto, valoró y admiró el tesón puesto por CONEPA en la organización de este, que progresó adecuadamente, con un 7 sobre 10.
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La unidad de acción, no de asociaciones del sector, que veo harto improbable, tiene que ser la consigna que lleve al taller a la rentabilidad y a la sostenibilidad. Son algunas de las impresiones que he sacado del I Congreso de Talleres de CONEPA, donde hemos podido ver, una vez más, una radiografía del sector, pero, una vez más también, pocas soluciones.