A lo largo de su historia, la humanidad acumula miles de fechas reseñables. Algunas de esas efemérides son las que se enseñan en el colegio y forman parte de la memoria colectiva; otras, simplemente, quedan como una página marcada para unos pocos. Aunque ni siquiera abrió las noticias el pasado 3 de julio, esta puede que sea una de ellas: ese día, por primera vez, nuestro planeta superó el promedio de los 17 grados Celsius, como confirmó la Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA). Dicho de otra forma, fue el día más caluroso de la Tierra desde que se tienen registros. No había que irse muy lejos para encontrar el techo anterior: hace menos de un año que ya se habían batido récords de temperatura.
Estos datos –al igual que el resto de las evidencias refrendadas, desde hace décadas, por la comunidad científica– hacen evidente la necesidad cada vez más acuciante de poner freno a la emergencia climática. Según refleja el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), ya hay consecuencias inevitables derivadas del aumento de temperatura del planeta, pero aún estamos a tiempo de evitar el peor de los escenarios. Y eso pasa por reducir de forma drástica las emisiones.
En esa misión, el sector de la movilidad tiene mucho que decir. Aunque a menudo el debate suele centrarse en cuestiones como la electrificación del parque automovilístico, los hábitos de la ciudadanía, la legislación acerca de la fabricación de vehículos con motor de combustión o la limitación de circular en determinadas áreas urbanas. Sin embargo, hablar de movilidad sostenible abarca muchos más aspectos.
Precisamente, una cuestión clave para abordar la neutralidad climática es la economía circular: es urgente pasar de modelos lineales basados en la premisa de que existen unos recursos infinitos que permiten un crecimiento continuo a otros que amplifiquen la mirada desde una perspectiva más ecológica y consciente con el planeta y sus límites. Prueba de ello es la reciente crisis global de escasez de materiales a la que la sociedad en su conjunto ha tenido que hacer frente y que ha afectado sobremanera a la industria de la movilidad.
En este contexto, el renting se ha posicionado como un sector que tiene mucho que decir, más allá de ser una palanca de cambio hacia un parque automovilístico más electrificado y limpio. Este cambio de paradigma en el modelo de propiedad de las flotas también es clave a la hora de impulsar la economía circular. Un buen ejemplo de ello es el renting de vehículos de ocasión, una opción cada vez más demandada y que ofrece una alternativa económica y sostenible mientras se da una segunda vida a los vehículos usados a través del renting.
Se trata de vehículos seminuevos certificados y con todas las garantías, en estado óptimo y procedentes de contratos de renting ya finalizados. Son, por tanto, vehículos prácticamente nuevos con un kilometraje que oscila entre los 40.000 y los 120.000 kilómetros y se encuentran en un estado perfecto para seguir circulando. De hecho, como son vehículos bastante nuevos, una buena parte de ellos suelen ser híbridos y eléctricos, lo que les convierte en una opción doblemente sostenible.
Este modelo contribuye a modernizar el parque automovilístico, ya que fomenta cambiar coches más antiguos y contaminantes y con menos elementos de seguridad, por otros vehículos seminuevos, con mejor tecnología y más seguros. Y, sobre todo, permite alargar la vida útil de los vehículos.
Además de todas estas opciones para los usuarios, otra de las claves de la circularidad reside en dar nuevos usos a lo que ya está fabricado, reparando lo ya usado, siempre en condiciones óptimas y con todas las garantías. Por eso, son interesantes las propuestas de I+D+i para reacondicionar motores de los vehículos siniestrados, aumentando su ciclo de vida y recuperándolos para que puedan seguir siendo útiles.
Además de promover este tipo de medidas que impulsan la economía circular, es necesario contribuir a la divulgación de sus preceptos. Por eso, es determinante también el impulso a la creación y celebración de foros y otro tipo de encuentros profesionales de cuestiones relacionadas con la movilidad sostenible.
Así las cosas, construir un mundo más sostenible y justo es una misión compartida por la ciudadanía, las administraciones y las empresas. Eso, además de un reto, también es una oportunidad para tomar decisiones y hacer las cosas mejor, de forma más sostenible y consciente. Una nueva forma de mover el mundo que exige, sin duda, hacerlo bajo la mirada de la circularidad.
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